Wednesday 11 April 2007

Dos caras


¿Es bonito el dolor? Ayer estaba en la estacion de tren de una ciudad grande, de esas con muchas vias, unas 17. Las personas van a distintas velocidades, el vagabundo no se mueve; algunas parejas corren sonrientes; otra gente sale de un taxi que ya llegaba con prisa; el precavido se puede permitr ojear las revistas mientras espera a que su tren salga hacia el lugar donde, sin ganas, se encontrara con alguien; algunos jovenes estan tumbados en los asientos diseñados para estar sentados, hacen malabarismos para dormir, parece que llevan ahí 12 horas; a su lado hay viejos que tambien llevan ahí mucho tiempo, unos doce años. Y tambien estoy yo, en calidad de narrador por lo tanto solo observo, de hecho no hay ningun motivo para que yo aparezca en este relato, no estoy sentado, ni corriendo, ni con prisa, ni nada...
En la via 2 un tren sale hacia Bilbao y en la via 17 otro esta a punto de partir hacia Paris. Dos hombres que no se conocen llegan tarde a sendos trenes. Uno, el que va a Bilbao, es rubio, tiene una cicatriz en la frente, pequeña, apenas perceptible, lleva vaqueros y una camiseta blanca en la que aparece la cara de un hombre viejo dibujado a lapiz. Su casa esta en la capital vasca. El otro va a Paris por negocios, la empresa para la que trabaja le paga un billete de primera clase dos veces por semana. En el taxi ha hablado de futbol con el conductor, a pesar de que en la conversacion se ha citado al "Paris Saint Germain" no ha sentido ninguna necesidad de comentar que esa era la ciudad a la que se dirigia. Este hombre no parece tener ninguna cicatriz en la cara y tambien es rubio, mas que el hombre que va a Bilbao, pero aun asi no parece extranjero.
El observador narrador ve como ambos corren en direccion contraria, uno hacia la via dos y otro a la diecisiete. El hombre que va a Bilbao corre sin esperanza, pero seria un fastidio perder el tren, asi que lo intenta, no pierde nada, ya se ha pegado la paliza desde que ha salido de su casa, corriendo por el metro, empujando a la gente... El hombre que va a Paris tiene que correr, pero cree que si que que va a llegar a tiempo aunque necesite esforzarse. Gira la cabeza hacia el reloj de la estacion, todavia tiene un minuto y medio, vuelve a dirigir la mirada al frente, en cuanto lo hace siente un fuerte golpe en el rostro.
Yo, como espectador anonimo veo lo siguiente: dos hombres en direcciones contrarias corriendo a toda velocidad. Parece imposible que no se hayan advertido el uno al otro. Mi curiosidad desea un choque, un acontecimiento, y asi ocurre, sin que ninguno de los dos frene su velocidad sus caras chocan fuertemente. El primer impacto, y el principal, se produce entre sus rostros. Casi nariz con nariz. El golpe es tan fuerte que por un momento un ligero halo de sangre aparece alrededor de sus cabezas. Ambos caen al suelo con el pelo rubio manchado de sangre. No puedo evitar pensar que es una imagen bonita, completa, en distintos tiempos con distintas intensidades, tan humana! Lo que siento es tan contradictorio. No puedo evitar pensar que una escena asi me enriquece como espectador.

1 comment:

Mel Alcoholica said...

A veces, cuando se vuelven metáfora, esos dos rubios representan el pasado y el futuro, y su encontronazo en el presente rsulta doloroso.

Otras, cuando van en coche, no son más que una cifra en las estadísticas de la Dirección General de Tráfico.

El narrador observador puede ser, por tanto, poeta o consumidor de la eterna noticia que ya no lo es.

Ahí, creo, está el golpe.